Aunque todo el mundo asocia el nombre de Steve Jobs a la firma Apple, la realidad es que los caminos de estos no siempre estuvieron unidos. Pese a ser uno de los artífices de la creación de la compañía, la ambición y el crecimiento de la misma trajo consigo aspectos como contrataciones masivas, salida en bolsa y la búsqueda de directivos que asumieran los altos cargos. Y esto último, a la postre, fue el condicionante que derivó en los diez años que Steve Jobs estuvo fuera de Apple.
A estas alturas, muchos conocen la historia del adiós a Jobs a la firma norteamericana. Después de no alcanzar un acuerdo con el CEO de Apple durante el inicio de la década de los 80, el creador de la compañía decidió que lo mejor que podía hacer era abandonar la misma. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que el hombre que impulsó el adiós de Jobs fue John Sculley, un directivo con una reputación envidiable en Estados Unidos que, antes de ingresar en las filas de Apple, llevaba las riendas de una compañía de refrescos reconocida a nivel mundial: Pepsi.
Así se gestó la marcha de Steve Jobs con John Sculley como principal “culpable”
En 1983, como relatan los compañeros de Applesfera, Jobs se acercó a Sculley con una proposición tan arriesgada como única: “¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida o quieres tener una oportunidad para cambiar el mundo?” Según relata el propio Sculley, esta fue la cita que le convenció de dejar su labor en Pepsi (compañía en la que consiguió convertirse en el CEO más joven de la historia de la marca) para pasar a formar parte de Apple. De esta forma, Sculley se convirtió en el tercer jefe de la compañía después de Michael Scott y Mike Markkula, un nombre que cobrará importancia más adelante.
Aunque en un comienzo las personalidades de ambos encajaron a la perfección, la ambición tanto de Jobs como de Sculley terminó derivando en un conflicto de intereses que llevó al fundador de Apple a organizar un “golpe de estado”. Sin embargo, Sculley se dio cuenta de sus planes y organizó una junta directiva en la que consiguió el apoyo total de los inversores, una situación que incluía al ya mentado Markkula (a quién Jobs consideró como un traidor). Y, a la vista del poco apoyo que tenía dentro de la compañía, Jobs decidió renunciar a su puesto y conservar una única acción de Apple para no perder su condición de accionista.
En los siguientes años, Sculley estuvo al frente de la compañía y vivió algunos de los años dorados de la misma. Durante su mandado, Apple pasó de facturar 800 millones de dólares a ingresar 8.000 millones de dólares al año, una cifra que comenzó a resentirse después de algunos episodios trágicos como la caída de ventas de 1986 o la cancelación del primer prototipo Macintosh Portable en 1989. Sin embargo, suya es la autoría del Apple Newton, una PDA con el que Apple daba sus primeros pasos en el mundo de los ordenadores de bolsillo.
Pero, para desgracia de Sculley, el lanzamiento del Macintosh PowerBook o el Newton no fueron suficientes para conservar su posición en la compañía. El auge de Microsoft y su ingente cantidad de aliados provocó que esta empresa comenzase a ganar terreno a Apple, razón por la que la junta directiva ordenó a Sculley iniciar el programa de clones de Mac. Ante la posibilidad de iniciar un proceso de destrucción de Apple, Sculley se negó en rotundo y, a finales de 1993, sería revocado para que Michael Spindler asumiera su cargo. Y este, a su vez, fue reemplazado por Gil Amelio en 1996, la última persona que estaría al mando de Apple antes del regreso de Steve Jobs en 1997.
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