Con un ligero movimiento, Dead Island 2 ha superado a su primo lejano y competidor: Dying Light 2. El desarrollo de Dambuster Studios ha dado un impulso y, a pesar de no llevar en el mercado ni un año, ha lanzado su primer DLC bajo el nombre de Haus. No suelo ser muy aficionado a los contenidos adicionales de poco peso. Normalmente, sus historias no me resultan atractivas y parecen más un intento de seguir hablando de ellos que de expandir la licencia. Sin embargo, esta primera historia adicional del equipo británico tenía cierto atractivo. Mezclar sectas con zombis, humor y una ubicación alocada me recuerda a lo mejor de Ubisoft en Far Cry y sus respectivas expansiones; esa compañía que no se tomaba en serio su mundo y cuyos DLC eran simplemente una excusa para contar alguna tontería.
Lo cierto es que hacía tiempo que no me adentraba en este infierno de Dead Island 2. Desde su lanzamiento y después de aquel cierre que insinuaba una secuela directa que esperemos no nos haga esperar otra década, no lo había vuelto a jugar. No es un juego al que acostumbrara a regresar, y creo que muchos de vosotros estáis en la misma situación. Sin embargo, Haus no es ajeno al jugador que lleva tiempo alejado de los mandos. No es difícil de seguir, tampoco nos robará muchas horas, apenas 3 horas en total si vamos con calma. Pero no os preocupéis, la primera expansión de contenido de Dead Island 2 es la mejor excusa para volver.
Nada más entrar en su mundo de juego, encontraremos un nuevo icono en el mapa, uno que nos llevará a Bel-Air, a la casa de Emma, y a una invitación para acudir a Malibú y conocer algo llamado el Kulto, y ahí está la primera sorpresa de Haus: no estamos ante una ubicación "real". Vale, sé que el mundo en el que se ambienta Dead Island 2 no lo es, pero dentro de la narrativa, Dambuster aprovecha para lanzarnos a una meta-historia falsa, que tiene lugar casi como un sueño en una mansión, alejada de todo lo conocido, y que supera los límites de lo lógico.
Todo ocurre en un momento apartado de la línea cronológica, por lo que el equipo anglosajón se permite jugar con la realidad, expandir su lógica narrativa más allá de lo establecido en el juego principal y, en definitiva, presentarnos lo que considero una idea que no pasó el corte para la historia principal.
No es una expansión de añadidos cuantificables
Lo cierto es que la idea de que Haus sea una experiencia corta es bienvenida, especialmente después de tantos lanzamientos grandes. Un movimiento inteligente para que Dead Island 2 se destaque entre los juegos de finales de año. Incluso en su metodología para lanzarnos al Kulto, Haus no va muy allá y se complica lo justo. Nos convertiremos en recaderos para conseguir las cabezas de dos líderes de la secta, necesarias para hablar con el jefe supremo y descubrir por qué nos consideran los elegidos, dependiendo de nuestro personaje. El mapa de Haus se divide en apenas dos localizaciones de pocos metros de extensión y con escasísimo interés para el que busque experiencias profundas. Tenemos la ciudad, una cúpula similar a El Show de Truman que emula un barrio de casas unifamiliares estadounidenses; y el bosque.
Aunque solo tenemos dos localizaciones, estas destacan por su originalidad en los escenarios, así como por su arquitectura y temática, que encajan perfectamente con el estilo extravagante de Haus. Incluso los británicos aprovechan esta libertad que ofrece el DLC para expandir su estilo artístico. Haus es visualmente más impresionante que el juego base y tiene una narrativa con la que quedaréis maravillados, y no tendría ningún problema si el futuro de la licencia fuera así.
Si valoráis la expansión en base al contenido, sabed que no es un DLC de esos de tirar la casa por la ventana. Tenemos las mismas mecánicas, mismos zombis con una ropa sacada de una pesadilla de Blade Runner y, si hemos completado algún porcentaje de su modo historia, podremos llevarnos el mismo equipo, habilidades y, hasta donde sé, los enemigos se adaptarán a nuestro nivel. Pero más allá de eso, apenas hay novedades.
Haus se permite aderezar su contenido con una ballesta; que además podemos llevarnos a Los Ángeles del juego base cuando acabemos la historia de la expansión, por lo que al menos no es una experiencia tan estanca. Más allá de eso, esta nueva arma no supone una experiencia de uso diametralmente opuesta a las armas de fuego ya disponibles en el juego base. Incluso aunque el DLC se obceca en imponernos un desafío con ella para añadir cierto toque de rejugabilidad a la mezcla, no estamos ante una expansión de contenido premium.
Sectas aparte, es incluso más divertido que el juego base
Sin embargo, lo mejor de Haus es, sin duda, lo tranquilo que se ha sentido Dambuster Studios con el humor. No es que Dead Island 2 sea una obra de aquellas que dejan poso y dan que pensar. La enorme obra de los británicos es absurda, violenta, malhablada y pasota, pero si lo jugasteis quizá estéis conmigo en que pasada la mitad de la aventura, el juego se tomaba (quizá) demasiado en serio a sí mismo, y es algo que choca de frente con su concepto.
Haus es una tontería, y muy bienvenida. Apenas al llegar a la mansión ya lo vemos. ¿Qué hace una secta apocalíptica en la bella Malibú y que a su vez esconde un entramado de plantas bajo sus cimientos? Pues prepararse para el apocalipsis con un guía espiritual que profetizó el fin del mundo por culpa de los zombis, y se equivocó de fecha por apenas unos días. Un gag a lo Scary Movie hecho videojuego.
De hecho, no os lo he romantizado, así te lo cuenta dentro del juego una cabeza parlante al más puro estilo Mimir de God of War. ¿Y sabéis qué? Con ese momento, que apenas sucede en los primeros 5 minutos, ya estaba subido a su absurdo tren de la bruja. Mamarrachada y Dead Island 2 van de la mano. Lo que ejecuta aquí el equipo de Dambuster es algo así como un plato previo, apenas un tentempié para lo que suponemos será un 2024 de ensueño para la licencia. Haus es más macabro, violento, con toques de terror y el mismo sentido del humor de siempre, pero sin ataduras. Uno muy particular, de frases tontas y cierres de conversación dignos de la mejor-peor película de humor absurdo.
De hecho, ni siquiera nos pide mucho, y aún con todo, sabe mantener la atención gracias al "¿qué tontería me contarán después?" que pasa por la cabeza del jugador. Todo encapsulado en una experiencia pequeña que entra sin dificultad. Es una pena que no se venda por separado y tengamos que acudir a su Pase de Expansión para abrir la válvula de escape de tanto juego "serio" y dejarnos llevar por Dambuster. Muchos quizá no lo hagáis y os esperéis a su segunda expansión, aquella de mediados de 2024, pero tened en cuenta que Haus es un buen divertimento.
¿Vale la pena Haus para Dead Island 2?
Haus es lo que es, su interés en cuanto al contenido es cuestionable más allá de la curiosidad del jugador. Una vez más, volvemos a los galos: ¿te interesa añadir una capa de tontería a un juego bueno? Haus es lo que necesitas. Un DLC es sumamente llamativo y capaz de recordarme a la Ubisoft de hace unos años. No aquella de Blood Dragon, sino la de El Valle de los Yeti de de Far Cry 4, o Lost on Mars de Far Cry 5. Es un imperdible si disfrutaste el juego base y quieres un poco, solo un poquito más. Hacía tiempo que no me divertía matando por matar, casi como un dios entre mortales, y el primer DLC de Dead Island 2 es eso, disfrute sin más; tampoco sin menos.
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