Al igual que existe el bloqueo del escritor o del artista, que hace que algo que realmente disfrutas y que amas deje de tener sentido durante un tiempo, estoy convencido de que también existe un bloqueo del jugador de videojuegos. Seguramente os ha pasado: acabáis un juego importante, o lleváis varios similares, y es entonces cuando apenas duráis 15 minutos en cada uno de los videojuegos instalados en la consola o PC sin decidirte por ninguno y sin disfrutar de tu hobby.
Yo mismo tuve un bloqueo del jugador muy importante hará cosa de cerca de cuatro años. Todos los juegos de mis géneros preferidos ya los había jugado, y además había acabado de jugar The Legend of Zelda: Breath of the Wild, uno de esos títulos que te dejan un gran vacío. Por ejemplo, era muy complicado volver a juegos de mundo abierto después de la aventura de Link en Nintendo Switch.
Fue entonces cuando, rebuscando por mi biblioteca, opté por encender mi Xbox One S. Tenía un poco abandonado mi Game Pass, por lo que empecé a echar un vistazo por ahí. Terminé descargando un puñado de videojuegos, pero el primero que inicié fue el que acabó con el bloqueo. Y lo cierto es que solo necesitó dos horas de una tarde de domingo para acabar con un gran bache en mi entretenimiento favorito: se trata de Patologic 2, uno de los videojuegos más raros que nunca me había echado a la cara.
Había oído hablar de él, pero apenas unos trazos sobre su historia y su desarrollo. Sabía que era algo entre medias del remake, reboot y remaster del Pathologic original de mediados de los dosmiles, pero tampoco es que tuviera muy claro de qué iba el original. Porque sí, en medio de estos bloqueos quizás lo mejor es lanzarse al vacío para encontrarse una gran sorpresa.
Pathologic 2: un juego difícil de resumir
Es complicado resumir Pathologic 2, pero voy a intentarlo: un pequeño pueblo de la estepa rusa se enfrenta a una plaga terrible, nuestro rol es de un estudiante de medicina que debe resolver el problema tras pedirle ayuda su padre por carta, y todo esto aderezado con una presentación teatral, hechos surrealistas y una jugabilidad entre el survival, el RPG y el terror.
La magia de Pathologic 2 es la de no entender muy bien que está pasando. De hecho, el juego empieza in media res, con el protagonista pidiendo a alguien en el rol de director de obra en un teatro una nueva oportunidad al ver cómo todo el pueblo ha muerto a causa de la plaga. Porque sí, todo el juego tiene una presentación teatral, e incluso los diálogos muestran a los personajes como actores durante un monólogo.
Después de unas oníricas visiones, acabamos por volver al primer día en el pueblo con una nueva oportunidad de salvar a los ciudadanos. Eso sí, no sin antes ser atacados por tres personas violentas que acaban muertas sobre unas vías del tren. Por suerte dos individuos con máscaras de la plaga y un espíritu, nos dan indicaciones sobre qué hacer a continuación; lástima que sean enigmáticos a no más poder y que con cada respuesta tengas otras dos preguntas adicionales.
La belleza de no entender casi nada de lo que pasa
Tras esto empecé a deambular por la zona de la estación, abrumado por lo enorme del mapa y la división de cada uno de sus distritos, llegando a un pequeño campamento de niños huérfanos dentro de una nave industrial. Resulta que esos niños tienen métodos para sobrevivir bastante depurados, y que alguno de ellos lleva pasamontañas enormes con caras de perro. Recuerdo que me empezaron a contar que eso implicaba que tenían media alma más, concretamente del animal indicado en el gorro.
Bueno, sea como sea, me puse ya a recorrer las barriadas del pueblo. Mientras looteo cada casa y habitación, porque el juego tiene un sistema de sed, hambre y demás necesidades básicas, me encuentro con alguien aquejado de unos grandes dolores. Resulta que tiene un problema interno y necesita cirugía; somos cirujanos, así que no parece un gran reto.
Pues el asunto es que hay porcentajes de éxito dependiendo del material usado y de nuestra destreza... Y operar en las primeras horas de vuelta a la ciudad con un bisturí oxidado no es un buen plan. Recuerdo cómo todo se fue al garete al primer corte, asesinando a la persona y además haciendo sin querer una autopsia en la que le robé el hígado por no saberme bien los controles.
A partir de ese momento descubrí un sistema más en Pathologic 2, como es el de reputación. En cada barrio tienen una opinión sobre nosotros, que puede ir desde el desconocimiento a la ira en cuanto nos vean. Este hecho, el de robar sin querer un hígado hizo que una legión de personas corriera detrás de mí dispuestos a acabar con mi vida.
No duré mucho más jugando, porque la atmósfera opresiva y la escasez de recursos llevaba mi partida al desastre en el primer día en el pueblo. Sin embargo, fue justo eso lo que me reconcilió con los videojuegos. Las historias podían volver a sorprenderme, mientras mis actos y sus consecuencias serían capaces de moldear una partida impredecible. No tenía el tiempo, ni la concentración para completar Pathologic 2, pero siempre me acordaré de esas dos horas de juego.
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