Si pienso en el primer videojuego del que tengo recuerdo, ese es Alex Kidd in the Enchanted Castle para Megadrive. Es cierto que los recuerdos son muy difusos, porque yo era un renacuajo de 5 años. Si hago un verdadero esfuerzo por rememorar la escena me vienen a la memoria retazos de su diseño artístico y mi primo mayor jugando en el salón de su casa. Así que, como recuerdo, sí, es un poco meh. La cosa cambia si pienso en el primer videojuego que, efectivamente, me hizo ver las potencialidades expresivas de este medio. El juego culpable de meterme el veneno y obsesionarme con comprender de qué modo se crean historias tan únicas en un videojuego es una de las mejores obras de todos los tiempos: Indiana Jones and the Fate of Atlantis, la aventura gráfica de LucasArts que, allá por 1994, tuvo a un mocoso de 10 años subiendo todas las tardes a casa de su vecino para seguir desentrañando esos ingeniosos rompecabezas, guiados por un Indiana Jones digital que encarnaba todo el encanto desenfadado del arqueólogo cinematográfico.
Con el paso del tiempo, Fate of Atlantis se ha convertido en una constante en mi vida. Una vez al año vuelvo a la obra de los inmortales Hal Barwood y Noah Falstein y, aunque puedo jugarlo de cabo a rabo con los ojos cerrados, siempre hay algo nuevo que me sorprende, algo nuevo que redescubro sumergiéndome en sus antiguos misterios y en su ingeniosa mezcla de narrativa y desafíos. Ya lo dijo Italo Calvino en 'Releer a los clásicos', hay obras que definen qué es un clásico y por eso merecen ser revisitados. Parafraseando al genio italiano, Fate of Atlantis es ese viejo conocido que nunca agota su significado o valor, uno que nos muestra nuevas capas de sabiduría y disfrute con cada partida. Es una fuente de sorpresas inagotable que, con cada exploración, parece ofrecer giros inesperados, siendo muy distinto a lo que imaginaba la primera vez que lo jugué.
Reviviendo el legado
Más importante me parece la huella cultural que ha dejado el clásico de LucasArts. Ahora que Indiana Jones y el Gran Círculo es una realidad (desde su anuncio estoy con los dedos de las manos y de los pies cruzados para que llegue en 2024 como nos han prometido) no puedo evitar reflexionar sobre las lecciones que esta nueva aventura de nuestro arqueólogo favorito podría aprender de la aventura gráfica lanzada a principios de los 90. De qué modo Indiana Jones and the Fate of Atlantis debería servir como inspiración y ayudar a MachineGames a entender la genealogía de la propia franquicia.
Tal y como te hemos adelantado en 3DJuegos, Indiana Jones y el Gran Círculo pinta que va a ser una epopeya enriquecida con el legado de una franquicia que ha atrapado la imaginación de generaciones que soñábamos con descubrir tesoros secretos. Ubicado en lo más alto de la carrera del arqueólogo, el juego se sitúa entre los acontecimientos de En busca del arca perdida y La última cruzada, explorando los misterios de una poderosa antigüedad conectada con el enigmático Gran Círculo. Ya sabes, si me has leído más veces por aquí, que me chifla la anticipación e imaginar qué esperar de tal o cual juego. Y, a medida que le doy vueltas a las posibilidades que puede ofrecer esta nueva aventura de Indiana Jones, me resulta imposible no considerar cómo los puzles, la profunda narrativa y la atmósfera de Fate of Atlantis podrían ser reinterpretados para volver a cautivar tanto a los fans de siempre como a nuevos jugadores.
Fate of Atlantis es ese viejo conocido que nunca agota su significado o valor
Creo, de verdad, que estamos ante una oportunidad de oro para redefinir lo que significa ser un juego de aventuras en el siglo XXI. Acostumbrados a la visión de la misma que nos han dado los Uncharted o Tomb Raider de turno; lo nuevo de MachineGames tiene la ocasión de desmarcarse y crear su nuevo camino, manteniendo al mismo tiempo ese encanto clásico que tantos fans adoramos.
Indiana Jones and Fate of Atlantis, las claves de una aventura única
Indiana Jones and the Fate of Atlantis es una obra maestra incontestable que hizo muchas cosas bien; de todos modos, donde destaca, sin duda, es en su capacidad por capturar la esencia de lo que debería ser una aventura del bueno de Indy adaptada al lenguaje del videojuego. Barwood y Falstein despejaron estupendamente las claves de la trilogía original, obviaron la paja y se centraron en lo que importaba: la aventura, el misterio y la exploración.
Hoy es el día en que rejugándolo me sorprendo por cómo Fate of Atlantis aúna el equilibrio perfecto entre narrativa y acción, intercalado con puzles que requieren lógica y atención al detalle, algo que no solo mejora la experiencia en sí, sino que también profundiza en la personalidad y las habilidades de Indiana como arqueólogo. Un asunto muy interesante de Fate of Atlantis es la implementación de múltiples rutas, una decisión de diseño que permite a los jugadores influir en la progresión de la historia en función de sus elecciones y, a su vez, ofrece una mayor rejugabilidad. Algo que era poco común en los juegos de la época y que sentó precedente para futuras aventuras icónicas.
El desarrollo del personaje en Fate of Atlantis no solo es único en su profundidad, también toca las teclas fundamentales para despertar las emociones características de las películas dirigidas por Spielberg. Sophia Hapgood es un ejemplo perfecto de cómo el juego utiliza sus personajes para enriquecer la trama y ofrecer una dinámica más rica entre ellos. Al igual que Marion Ravenwood en En busca del Arca Perdida, Sophia es un personaje fuerte con sus propios objetivos y habilidades, jugando un papel importante en el desarrollo de la historia. La relación entre Indy y Sophia (llena de tensión sexual no resuelta y química) no solo está ahí para hacer avanzar la historia, también ofrece momentos de alivio cómico y debates filosóficos que son marca registrada de la franquicia. Además, cuenta con una serie de secundarios cuyas motivaciones y alianzas van cambiando a lo largo de la aventura, agregando capas de intriga que recuerdan, en cierto modo, a La Última Cruzada.
¿Y qué decir de los escenarios? Cada uno de ellos está diseñado con mucho mimo, reflejando la riqueza visual y la profundidad histórica y cultural, de forma muy parecida a las películas de Indiana Jones, con detalles que fomentan la exploración y el descubrimiento en cada uno de ellos, desde cuevas submarinas hasta templos en ruinas. Esta atención meticulosa por detalle no solo se conforma con crear un telón de fondo para la aventura, sino que sirve para sumergirnos en un contexto más amplio. Por ejemplo, la representación de la Atlántida no se basa en los mitos de forma exclusiva. Está construida con referencias a teorías arqueológicas y notas históricas que los fans de la serie apreciarán y que recuerdan a las búsquedas que lleva a cabo Indy en la trilogía de películas.
Villanos y el macguffin, elementos cruciales de la trama
De todos modos, Indiana no es Indiana sin sus villanos y los de Fate of Atlantis, en especial el Dr. Hans Ubermann, reflejan una de las convenciones más básicas de Indiana Jones en la gran pantalla: su enfrentamiento a antagonistas que son tan carismáticos como amenazantes. Ubermann siempre me ha recordado a Belloq de En Busca del Arca Perdida. No es solo un rival, sino también una especie de reverso tenebroso de Indy. Alguien cuyas ambiciones más espurias contrastan con las más nobles del arqueólogo. Este conflicto no solo eleva la tensión dramática, sino también pone el acento en otro de los temas fetiche de la saga creada por George Lucas, el de la moralidad en la búsqueda del conocimiento. El MacGuffin del juego, el Orichalcum, es un catalizador de la acción, similar al de las piedras Sankara en El Templo Maldito. Es un objeto que impulsa la trama y cuya búsqueda plantea preguntas profundas sobre el poder, la corrupción y la verdadera naturaleza del progreso humano, temas que son explorados en todas las películas de Indiana Jones y que impactan en los jugadores por su relevancia moral y filosófica.
En resumen, querría poner el foco en cómo Fate of Atlantis utiliza todos estos elementos no solo para avanzar en la trama, sino también para profundizar en el desarrollo de Indy; mostrando su evolución y su capacidad para adaptarse y superar desafíos, tanto externos como internos, de maneras que son consistentes con su representación cinematográfica, aunque adaptadas a las particularidades interactivas del videojuego. Esta integración de elementos narrativos y temáticos de las películas en el juego no solo enriquece la experiencia, también consigue que Fate of Atlantis sea reconocido como una parte legítima y valiosa de la propia franquicia.
Creando un Indiana Jones para el siglo XXI
El anuncio de Indiana Jones y el Gran Círculo me emocionó como hacía tiempo que el hombre del Fedora y el látigo no lo conseguía. Es verdad que el aplauso de la comunidad fue casi unánime, aunque siempre con matices. Una de las críticas más señaladas ha sido la apuesta por una perspectiva en primera persona, que solamente se abandona a la tercera en momentos puntuales, como en las fases de escalada, por ejemplo. Puedo entender que haya gente que quiera ver al bueno de Indy en todo momento, más aún cuando se han hecho esfuerzos para conseguir que tenga ese encanto canalla de un Harrison Ford cuarentón. Al contrario de lo que muchos han defendido, a mí me parece un acierto brillante. Primero porque es una decisión narrativa interesante que ya nos lanza un mensaje claro: esta no es una aventura de Indiana Jones más. No. Tú eres Indiana Jones y esta es tu aventura.
Por otro lado, lo veo como una apuesta clara por romper con la influencia de otros precedentes modernos de la aventura como son Uncharted y Tomb Raider. Dos sagas que paradójicamente han evolucionado desde la sombra de Indiana Jones y que, hoy por hoy, han establecido las bases de lo que son las grandes superproducciones bombásticas de aventura en tercera persona.
No tengo nada en contra de estos dos juegos, de hecho, Uncharted está entre mis series favoritas de todos los tiempos, pero al adoptar una perspectiva en primera persona, El Gran Círculo se distancia de estas comparaciones directas, buscando su propia personalidad: una que apuesta por la inmersión más personal que (aquí es donde yo me vuelvo loco) enfatiza el papel del jugador en la narrativa.
Que El circulo de oro sea en primera persona ya nos lanza un mensaje: esta no es una aventura de Indiana Jones más
Es toda una declaración de intenciones: Indiana Jones está evolucionando. No se trata de seguir la fórmula establecida, sino de explorar nuevas formas de contar una historia de aventuras. Al hacerlo, el juego no solo rinde homenaje a las raíces cinematográficas del personaje, sino que también redefine lo que puede ser una aventura de Indiana Jones en la era moderna del videojuego, prometiendo profundidad, innovación y, sobre todo, una aventura que se siente propia y auténtica.
Honrar a tu propio legado es muy difícil, podríamos buscar ejemplos fallidos en otras franquicias, sin embargo no hay más que mirar a la propia saga de Disney. Confío en el inconmensurable talento de MachineGames, tienen crédito más que suficiente tras lo visto con la serie Wolfenstein y se merecen la oportunidad de aportar una forma diversa de mirar a un icono tan fundamental de la cultura pop. Este Indiana Jones modernizado puede establecer un nuevo estándar de lo que debe ser un juego de aventuras. Para ello, lo que El Gran Círculo debe conservar de Fate of Atlantis no es solo su respeto por la tradición en la serie, sino su capacidad para innovar dentro de ella. Tienen una oportunidad maravillosa no solo de revivir un clásico, sino de redefinir el género de aventuras para una nueva generación, asegurando que Indiana Jones siga siendo relevante y cautivador en la era moderna de los videojuegos.
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